Salió como Piña
Repercusiones de las votaciones en Misiones
Al día siguiente de una elección, los vencedores se apretujan frente a los micrófonos para hacer declaraciones victoriosas, desparramar agradecimientos a los votantes y terminar por pisotear al caído.
Del otro lado, los vencidos, ya sin aliados, pierden el habla y lloran en silencio su derrota.
Las cosas no fueron muy distintas en Misiones después del fallido intento de reforma constitucional para incorporar la reelección indefinida del gobernador. Salvo porque esta vez no se sabe quién ganó realmente (¿la Iglesia?, ¿algún candidato de la oposición?, ¿“la democracia”?). Y los perdedores se esfumaron, o enmudecieron.
Entre los primeros, el obispo Joaquín Piña jura –por dios– que no va a ser candidato a nada en un futuro, mientras defiende el nuevo protagonismo de la dirigencia católica en la política: "Lo malo sería que la Iglesia no hablase y enseñase".
“El frente social de monseñor Piña tuvo un fuego sagrado, con la participación de la Iglesia”, rescato el místico ex gobernador misionero Ramón Puerta, de pasado menemista. El oficialismo le atribuye la responsabilidad por el armado del frente opositor.
Al mismo tiempo, Elisa Carrió, del ARI; el gobernador neuquino, Jorge Sobisch; y Raúl Alfonsín, entre otras figuritas de la oposición, usaron frases ceremoniosas para felicitar(se) por el triunfo de Piña: vieron el resultado como la “defensa de la República” y la “salvaguarda de la democracia”, o como fruto de la “madurez política del electorado” (el mismo que, antes, decían que “votaba con el estómago” y no con la cabeza).
En cambio, el intendente de Córdoba, Luis Juez, prefirió un tono más relajado para opinar, finalmente, lo mismo que sus pares: "Me pareció bárbaro esto de que la gente está demasiado viva para votar".
Entre los derrotados, las declaraciones fueron mucho más acotadas. “La voz del pueblo no se discute”, fueron las últimas palabras en vida del gobernador Rovira después de reconocer el resultado. Luego, el silencio.
Ante la inédita reserva de los funcionarios del Gobierno Nacional, los periodistas increparon al jefe de Gabinete, Alberto Fernández, vocero ad-hoc de la Presidencia.
– ¿Por qué no quieren hablar de la derrota de Rovira?
– Porque estoy en La Rioja y hablaré sobre La Rioja –fue lo único que respondió, en un derroche de lógica, Fernández.
El que no pudo contener su verborragia fue el ex piquetero y secretario de Hábitat, Luis D’Elía. Por la mañana, según la agencia DyN, analizó que el resultado fue “un mensaje para el resto de los gobernadores que plantean reelecciones, como (el bonaerense, Felipe) Solá”. Nueve horas más tarde, cerró la idea mediante un comunicado de prensa: “En ningún momento hemos hablado en contra del compañero Felipe Solá”.
Kirchner, por el momento, no habló del tema.
¿No tendría que haberse dado cuenta antes de que la tropical selva misionera no es un lugar favorable para un pingüino?
Al día siguiente de una elección, los vencedores se apretujan frente a los micrófonos para hacer declaraciones victoriosas, desparramar agradecimientos a los votantes y terminar por pisotear al caído.
Del otro lado, los vencidos, ya sin aliados, pierden el habla y lloran en silencio su derrota.
Las cosas no fueron muy distintas en Misiones después del fallido intento de reforma constitucional para incorporar la reelección indefinida del gobernador. Salvo porque esta vez no se sabe quién ganó realmente (¿la Iglesia?, ¿algún candidato de la oposición?, ¿“la democracia”?). Y los perdedores se esfumaron, o enmudecieron.
Entre los primeros, el obispo Joaquín Piña jura –por dios– que no va a ser candidato a nada en un futuro, mientras defiende el nuevo protagonismo de la dirigencia católica en la política: "Lo malo sería que la Iglesia no hablase y enseñase".
“El frente social de monseñor Piña tuvo un fuego sagrado, con la participación de la Iglesia”, rescato el místico ex gobernador misionero Ramón Puerta, de pasado menemista. El oficialismo le atribuye la responsabilidad por el armado del frente opositor.
Al mismo tiempo, Elisa Carrió, del ARI; el gobernador neuquino, Jorge Sobisch; y Raúl Alfonsín, entre otras figuritas de la oposición, usaron frases ceremoniosas para felicitar(se) por el triunfo de Piña: vieron el resultado como la “defensa de la República” y la “salvaguarda de la democracia”, o como fruto de la “madurez política del electorado” (el mismo que, antes, decían que “votaba con el estómago” y no con la cabeza).
En cambio, el intendente de Córdoba, Luis Juez, prefirió un tono más relajado para opinar, finalmente, lo mismo que sus pares: "Me pareció bárbaro esto de que la gente está demasiado viva para votar".
Entre los derrotados, las declaraciones fueron mucho más acotadas. “La voz del pueblo no se discute”, fueron las últimas palabras en vida del gobernador Rovira después de reconocer el resultado. Luego, el silencio.
Ante la inédita reserva de los funcionarios del Gobierno Nacional, los periodistas increparon al jefe de Gabinete, Alberto Fernández, vocero ad-hoc de la Presidencia.
– ¿Por qué no quieren hablar de la derrota de Rovira?
– Porque estoy en La Rioja y hablaré sobre La Rioja –fue lo único que respondió, en un derroche de lógica, Fernández.
El que no pudo contener su verborragia fue el ex piquetero y secretario de Hábitat, Luis D’Elía. Por la mañana, según la agencia DyN, analizó que el resultado fue “un mensaje para el resto de los gobernadores que plantean reelecciones, como (el bonaerense, Felipe) Solá”. Nueve horas más tarde, cerró la idea mediante un comunicado de prensa: “En ningún momento hemos hablado en contra del compañero Felipe Solá”.
Kirchner, por el momento, no habló del tema.
¿No tendría que haberse dado cuenta antes de que la tropical selva misionera no es un lugar favorable para un pingüino?
Etiquetas: Editoriales
EXCELENTE!
Posted by Anónimo | 11:23 a. m.
Clap clap clap (aplausos) y Congratulations por su blog.
Me convertiré en asidua visitante -en señal de apoyo a mi compa prefe alias "andrussss"-.
Saludos.
Posted by Anónimo | 3:29 p. m.